Un encuentro con Jesucristo a la intemperie
En el Carmelo por desierto se entienden varias cosas. En primer lugar, el desierto es un espacio geográfico que se caracteriza por ser un lugar apartado, solitario, con frecuencia montes y lugares arriscados, que reúne las cualidades para favorecer una vida de recogimiento y la práctica de la contemplación.
No es una naturaleza salvaje, sino transformada y trabajada por el ermitaño lo que hace que un espacio agreste e inhóspito se convierta en un lugar ameno, en donde se da la comunión; en donde se da la simbiosis entre el hombre, el monje ermitaño y el entorno natural, lo que en buena parte lleva a que el ermitaño viva con y de los propios productos que le ofrece la naturaleza, sin someterla para nada a sobre-explotación.
«El desierto en el Carmelo Descalzo» de Luis Frontela
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