Un encuentro con Jesucristo a la intemperie
Oh! fuego, Espíritu Paráclito,
vida de la vida de toda criatura.
Santo eres, Tú que das vida a lo inerte.
Santo eres Tú, que unges a los heridos de muerte,
santo eres Tú, que purificas las llagas supurantes.
Oh! espejo de santidad, o fuego de amor,
o dulce sabor en las almas;
Tú que infundes a los corazones
la fragancia de las virtudes.
Oh! fuente purísima, que nos revela
cómo Dios congrega a los errantes
y busca a los extraviados.
Oh! potente camino que lo atraviesa todo:
en las alturas, en la tierra y en cada abismo.
Tú creas y unificas todo.
De ti emergen las nubes y se alzan los cielos,
las rocas destilan humedad,
los manantiales desbordan en torrentes,
la tierra hace germinar su verdor.
A todo tiempo Tú suscitas hombres doctos,
deleitados por las inspiraciones de Tú sabiduría.
Y por ello, gloria a Tí, que eres el son de toda alabanza,
Tú, la alegría de la vida; esperanza e inmenso honor nuestro,
Tú, que otorgas los dones de la luz.
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