Un encuentro con Jesucristo a la intemperie
Penas y alegrías, consuelos y pruebas, todo procede de ese Corazón bendito; todo es concedido para tu mayor bienestar, para tu santificación, para aumentar en este mundo y en el otro tu conformidad con Él, tu unión a Él… «Todo es para el bien de los que aman a Dios…» Piérdete enteramente en el Corazón de Jesús: es nuestro refugio, nuestro asilo, la casa del pájaro, el nido de la tórtola, la barca de Pedro para atravesar el mar en tempestad: ahora Él es dichoso, no conoce el sufrimiento.
Cuando sufras piensa en su dicha, dite que su felicidad es la que quieres y no la tuya, a Él a quien amas y no a ti; y en el seno de tus aflicciones, de tus tristezas, inquietudes, dudas y pruebas, regocíjate de su felicidad infinita e inmutable y de su inmensa paz…; el pensamiento de la dicha y de la paz, de la que Él goza, en «la bienaventurada y tranquila Trinidad», te llene en este mundo de dicha y paz, esperando que su misión sea tu felicidad y tu paz eterna, ¡Aleluya, aleluya! Nuestro Bienamado es bienaventurado; ¿qué nos falta? ¡Aleluya, aleluya!
Charles de Foucauld – Carta a su hermana – 1° de Abril de 1903
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