Un encuentro con Jesucristo a la intemperie
Podríamos atrevernos a decir que la contemplación en el Carmelo es tan propia como su nombre porque está absolutamente inmersa en sus raíces desde el mismo momento en que los ermitaños del Monte Carmelo decidieron abrazar este estilo de vida, que ha traspasado las fronteras de los siglos y sobrevivido a todos los cambios de los tiempos por la fidelidad con que hombres y mujeres, desde el principio han asumido esta forma de vivir en plena configuración con Cristo y al servicio de su Iglesia. Desde las constituciones más antiguas la Orden ha vivido la dimensión contemplativa como un rasgo fundamental de su carisma y lo ha mantenido así a través de todos los cambios y actualizaciones que dichas reglas han tenido…
Esta dimensión se vive desde el mismo profeta Elías, a quien consideramos patriarca de la Orden porque su estilo de vida es inspirador para los comienzos de los primeros ermitaños del Monte Carmelo. De él existe en las Sagradas Escrituras, y más exactamente en el I Libro de los Reyes un pasaje absolutamente memorable por cuanto el contenido del mismo nos da una prueba fehaciente de lo que significa la contemplación en el Carmelo. Y nos atrevemos a citarlo textualmente, por más que lo conozcamos para poder situarlo en el contexto de nuestras pretensiones a través de este subsidio:
“Y el Señor le dijo: ´Sal fuera y quédate de pie ante mí, sobre la montaña´. En aquel momento pasó el Señor, y un viento fuerte y poderoso desgajó la montaña y partió las rocas ante el Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto; pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Y tras el terremoto hubo un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Pero después del fuego se oyó un susurro suave y delicado. Al escucharlo, Elías se cubrió la cara con su capa, y salió y se quedó a la entrada de la cueva. En esto llegó a él una voz que le decía: ´¿Qué haces ahí Elías?´ Él contestó: ´Me consume el celo por el Señor, Dios de los Ejércitos…´” (I Re Cp. 19, 11 – 14).
Extraído de Portal Carmelitano
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