Un encuentro con Jesucristo a la intemperie
Exulte el desierto y la tierra árida, regocíjese la estepa y florezca
como un narciso, exulte con júbilo y cantos de triunfo..,
le será dada la hermosura del Carmelo… (Isaías 35,12)
El Monte Carmelo, cuyo nombre significa “Viña” o “Vergel”, ha llegado a ser el símbolo de las ascensiones espirituales, cuyo término, en la cumbre, es el descanso en Dios, en las delicias de la unión plena. La Escritura nos lo describe como paraje fértil y deleitable, que por su encanto y feracidad le ha merecido evocar a la Santísima Virgen: “tu cabeza como el Carmelo” (Cantar de los cantares 7,6). Isaías pondera la hermosura del Carmelo (35,2). Dios mismo anuncia como tipo de su vindicta contra su Pueblo prevaricador la devastación del Carmelo. La arrogante montaña quedará pelada (33, 9), su cima se secará (Amós 1,2), toda su belleza se marchitará (Nah 1,4). Su único rival en magnificencia es el Líbano (Isaías 35,2). Su opulencia representa el alma expansionada en los goces de la contemplación.
Extraído de «El eremitorio» (Cap. VI, pag. 45)
Pingback: Lista de publicaciones – Desierto de los anawim