Un encuentro con Jesucristo a la intemperie
«Cuando vamos a la Cueva a contemplarla, a visitarla, aunque sólo sea turísticamente, podemos maltratarla si no tenemos en cuenta que lo que estamos viendo es un monumento cuyo interés y belleza van mucho más allá de lo que contemplan los ojos. Si nuestra cabeza (inteligencia y fantasía) no nos complementa lo que los ojos ven, en realidad no vemos nada. Es la misma experiencia del patán que entrando en las cuevas de Altamira se contentara con comentar: «¡la de ganado que se pueden encerrar aquí!.. «
«Claro que se puede hacer ese tipo de turismo y son multitud los visitantes que ven las cosas de esa manera y quedan casi siempre defraudados de lo que ven. Nosotros estamos intentando exponer aquí la «teoría» de la visita perfecta, el «arquetipo» de un turismo que pueda servir de hito a conseguir para de verdad poder gozar de la contemplación de la Cueva Negra. Está claro que conocer tal «arquetipo» requiere de una «iniciación», pero eso es el sino del hombre: para poder vivir tiene que aprender.Volvamos al tema: La Cueva Negra fue un «lugar sagrado» en la Antigüedad…»
«Para nosotros tal «cualidad» no puede pasarse por alto. Tenemos que ir a la cueva sabiendo que pisamos tierra sagrada. Quizá no sea sacral para las enseñanzas y vivencias del cristianismo que profesamos, pero habremos de darle la categoría de la «sacralidad» intelectual, la «sacralidad» referencial para que podamos entender lo que estamos celebrando…»
Extraído de pág. 37 de “La cueva negra, lugar sagrado” – (Antonio González Blanco)
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