Un encuentro con Jesucristo a la intemperie
«Para el contemplativo el centro de interés es el episodio profético de la nubecilla que a ruegos de Elías viene a poner fin, vertiendo su lluvia benéfica, a la sequía y al hambre (1 Reyes 18, 41-45). El retiro de Elías al torrente de Kerit, la purificación del Monte del culto de Baal (1 Reyes 18, 41-46), bien semejan una sorprendente premonición de las etapas que llevan al Ermitaño por las vías ascendentes de la Oración.
¿Qué es lo que buscas en la huida del mundo y aun del mundo cenobítico? ¿Por qué deseas vivir en celda, no ver nada, no oír nada, no decir nada, si no es por entrar en gozosa comunión directa con Dios y en conversar con El con la frecuencia y continuidad que consiente la fragilidad humana? La oración es eso: un coloquio filial con Dios, en confianza y libertad inspiradas por el amor…
El Ermitaño es el hombre de la Oración. Esta es para él una necesidad vital, una exigencia del corazón… Si el Ermitaño no está enamorado de Dios, nunca sabrá orar. Cerrado el libro, el aburrimiento le invade de nuevo, y ni por descuido se aventurará en esos largos silencios, durante los cuales el alma enteramente desocupada se abre a la irradiación del amor… No hay oración posible sin ese situarnos cara .a cara con el Señor en la actitud interior que nos sugiere lo que El es y lo que somos nosotros. Todas las verdades que conciernen nuestras relaciones con El tienen que brillar a los ojos del Ermitaño con un resplandor que nada pueda empañar».
Pags. 45 y 46 «El eremitorio» – Capítulo VI: «El monte Carmelo, los caminos de la oración».
Imagen extraída de «La iconografía Carmelita…»
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