Un encuentro con Jesucristo a la intemperie
«Junto a Abraham, otro hombre: Moisés. Él será el gran peregrino de la espiritualidad del desierto de toda la humanidad. Mirado y elegido por Dios para llevar adelante el plan salvador y libertador para Israel, también él será un peregrino que irá agarrado de la mano de Dios en fe y confianza. Oscura la fe y desnuda la confianza de estos hombres. Así merecieron el nombre de padres de la fe y padres del pueblo de Dios. Ellos, Abraham y Moisés, iniciaron la peregrinación de la fe de todos los tiempos. Son el referente de nuestra propia peregrinación hacia la Jerusalén celestial. También a nosotros nos acompaña la seguridad de una presencia interior: Jesús. Él nos es luz y guía en la precariedad de nuestra andadura…
La primera vez que Moisés se encontró con Dios en el desierto del Sinaí, fue a raíz del hallazgo de la zarza ardiente. El asombro de Moisés ante aquel extraño fenómeno, le lleva a entender que se halla ante algo sagrado que lo atrae y envuelve. Dios le pide descalzarse. Ante aquel fuego que no se consume, Yahvé se manifiesta a Moisés: “Claramente he visto cómo sufre mi pueblo/ Los he oído quejarse por culpa de sus capataces, y sé muy bien lo que sufren. Por eso he bajado, para salvarlos” (Ex 3,7). “ve, yo te envío/ yo estaré contigo” (Ex 3,1-15). Moisés comprometerá el resto de su vida a esta misión, ante la que, viendo su impotencia, se resistió, pero que asumió también y de la que ya no se desentenderá jamás…»
Extraído de “La espiritualidad del desierto” de Anna Seguí ocd
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