Un encuentro con Jesucristo a la intemperie
En el desierto todo se rige por la necesidad. El páramo nos enseña a diferenciar lo que son deseos de lo que es necesidad. La vida tiene sus requerimientos, siempre simples, claros, no esclavizan; cesan en el momento de ser saciados. Los deseos en cambio son apetencias que muchas veces no vienen al caso. No dar aire a todos los deseos. De entre todos ellos elegir los convenientes para nuestra elevación espiritual. El problema con los deseos hacia las cosas prescindibles es que no calman las ansias sino que las alimentan. El fuego no se apaga con combustible.
La plenitud aparente y efímera que nos dan los deseos se muestra vana al poco tiempo. Ayunar de deseos, centrarnos en la necesidad profunda del corazón. Llevar todo al único deseo de vivir en nosotros el reino de los cielos que ya está presente a todas horas. Ocuparse de lo que importa que lo demás viene por añadidura. Que este propósito nos guíe en lo que resta de cuaresma, purificando el alma para la resurrección de Jesucristo.»
Texto propio del blog
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