Un encuentro con Jesucristo a la intemperie
Simplificar nuestra vida al máximo posible es seguir la espiritualidad del desierto que apunta a lo esencial. Quitar poco a poco lo que sobra, lo que en realidad dificulta aunque parezca en principio ayudar. La ascética de lo poco, de lo justo. Vivir recordando a Dios y ajustar a su voluntad nuestras acciones es lo imprescindible; lo demás pasa.
«Levanto mis ojos a las montañas: ¿de dónde me vendrá la ayuda? La ayuda me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. El no dejará que resbale tu pie: ¡tu guardián no duerme! No, no duerme ni dormita el guardián de Israel. El Señor es tu guardián, es la sombra protectora a tu derecha: de día, no te dañará el sol, ni la luna de noche. El Señor te protegerá de todo mal y cuidará tu vida. El te protegerá en la partida y el regreso, ahora y para siempre». (Salmo 121)
Lo que dice el salmista se hace realidad en nuestra vida mientras más nos dejamos guiar por la voluntad de Dios, por sus mandatos y mandamientos. No cuando queremos imponer nuestros deseos o forzar las situaciones. Allanemos los senderos del alma para que venga la luz de la resurrección de Cristo en el corazón.
Texto del blog
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