La Kenósis

Las tentaciones. 

El mismo Espíritu que consagró a Jesús, «lo empujó al desierto, para que fuera tentado por el diablo» (Mt 4,1). Si el evangelista afirma que Jesús fue al desierto empujado por el Espíritu, quiere decir que estamos ante un acontecimiento que tiene que ver con su misión; es decir, con nuestra salvación. Así se manifiesta el significado último de la kénosis, del vaciamiento de Cristo, que «se despojó de la forma de Dios y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos» (Flp 2,6-7).

Cristo sufrió las tentaciones para que se cumpliera lo que dice la carta a los Hebreos: «Ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado» (Heb 4,15). Por eso puede comprendernos y tener compasión de nosotros. En último término, las tentaciones de Jesús coinciden con las de cada hombre, desde el principio: usar de Dios en provecho propio, pedirle pruebas, no fiarse de Él, usar del poder de este mundo para imponer los propios criterios, decidir por sí mismo, independientemente de lo que Dios disponga…

Extraído de «Caminando con Jesús».

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