Un encuentro con Jesucristo a la intemperie
«Debemos recordar por qué los Padres del Desierto vivieron el sistema de vida que conocemos por diversos relatos. Su vocación —y esta es la piedra angular de toda espiritualidad monástica— tiene una finalidad doble: “El fin último de nuestra profesión es el reino de Dios… el fin próximo, al que encaminamos nuestros esfuerzos inmediatos, la pureza de corazón.
La lucha por la pureza de corazón se compone de dos fases: primero, el dominio de nuestras acciones y la adquisición de virtudes y extinción de las pasiones. Después viene la parte más difícil de la subida: la concentración constante de la mente en Dios. Casiano a menudo se preocupaba por uno de los grandes problemas de los monjes: el de la distracción.
Aquí es en donde la meditación de las Escrituras, y en particular el uso de las Escrituras en la oración litúrgica y privada, ocupa un lugar muy importante. La lectura de las Escrituras no está tanto orientada a adquirir conocimientos sobre la vida espiritual cuanto a conseguir que el alma reciba la “iluminación” que hace ver todas las cosas en Dios, dentro de una historia de salvación” y, por tanto de “revelación”».
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