Un encuentro con Jesucristo a la intemperie
«Podemos todo por la oración. Si no recibimos nada es porque o nos falta fe o no hemos orado bastante, o porque no sería conveniente para nosotros que lo que solicitamos nos sea concedido, o porque Dios nos quiera conceder otra cosa mejor que lo que pedimos. Pero jamás no recibiremos lo que pedimos porque sea demasiado difícil de obtener; nada es imposible de obtener…
No vacilemos en pedir a Dios aun las cosas más difíciles, tales como la conversión de los grandes pecadores, de naciones enteras; pidámosle más que todas, aquellas que son las más difíciles, con la confianza de que Dios nos ama apasionadamente…; pero pidamos con fe, con insistencia, con constancia, con amor, con buena voluntad…, y estemos seguros de que si pedimos así y con suficiente confianza, seremos escuchados, recibiendo la gracia solicitada o una mejor…
Para que nuestra vida sea una vida de oración es necesario dos cosas: primeramente, que ella encierre en sí misma un tiempo suficientemente largo cada día consagrado a la oración; después, que durante las horas consagradas a otras ocupaciones quedemos unidos a Dios, conservando la presencia y volviéndonos a Él por frecuentes elevaciones de nuestros corazones y miradas…»
De los «Escritos espirituales» de Charles de Foucauld
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