Un encuentro con Jesucristo a la intemperie
«Una sola fe común a todos; una participación común en las mismas fuentes de la gracia; un solo palpitar de oraciones, de sacrificios y de trabajos por el nombre, por el reino y por la realización de la voluntad del Señor. Todo aquí quiere ser concordia y armonía que apague resentimientos, convierta los corazones, modere las avideces. Todo quiere redundar en edificación: el Evangelio vivido, la mansedumbre practicada, la justicia santa impregnada de caridad y realizada entre hombre y hombre, entre pueblo y pueblo.
La contemplación del misterio Eucarístico constituye una delicia para las almas; la manifestación externa y social de la fe hace vibrar la devoción personal de cada cristiano y anima el fervor apostólico. —¡ Oh Jesús! ¡Mira! De cada altar y de cada corazón cristiano se alza en este día la más sentida y emocionada plegaria: —¡Oh Jesús!, míranos desde tu Sacramento como el Doctor Angélico te invoca y con él toda la Iglesia: bone pastor, Jesu panis vere: ésta es la grey que has reunido desde los cuatro puntos de la tierra; la grey que escucha tus palabras de vida y que se propone custodiarla, practicarla, difundirla… —¡Oh Jesús, alimento sobrenatural de las almas, a Ti acude este pueblo inmenso..!
Desengañado de las perspectivas de una irrealizable felicidad terrena, vuelve a considerar su vocación humana y cristiana con nuevos impulsos de virtudes interiores, con prontitud para el sacrificio del que Tú diste prueba incomparable verbo et exemplo, con el ejemplo y con la palabra. Hermano del hombre, has precedido Tú los pasos de cada hombre, has visto y perdonado las culpas de cada uno, has elevado a todos a un testimonio de vida más noble, más convencido, más activo. —¡Oh Jesús! Panis vere!, único alimento substancial de las almas, recoge a todos los pueblos en torno a tu mesa: ella es una realidad divina sobre la tierra, es prenda de divinos favores, es seguridad de justa comprensión entre las gentes y de pacífica competición para el verdadero progreso de la civilización».
ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN XXIII
AL TERMINAR LA PROCESIÓN
Jueves 21 de junio de 1962
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