Última línea de defensa

«… La Palabra de Dios, sin embargo, si la hemos escuchado con atención, nos ha hablado también de otra dimensión de la condición humana, más oscura e incómoda: nuestra debilidad, nuestra ignorancia. “Ni siquiera sabemos lo que nos conviene pedir”, escribe Pablo. Miedos y deseos luchando entre ellos, nos arrastran, nos confunden, nos hacen perder el camino. Como dice Isaías con su lenguaje poético, tenemos que atravesar ríos y pasar en medio del fuego.

Sin embargo no hay contradicción entre la gloria a la cual somos destinados y el reconocimiento de esta fragilidad y pobreza. Al contrario: solo asumiendo hasta el fondo nuestra nada, podemos llegar al todo. Solo descendiendo en las profundidades oscuras de nuestro ser hombre, podemos encontrar al Dios que nos eleva a sí con alas de águila. Así, el sentido de los votos que ahora nuestros hermanos van a emitir es también este: estar preparados a experimentar la propia debilidad, el ser miserables y pecadores, sin asustarse, sin escapar, sino permaneciendo humildemente en la propia nada, confiados en el amor misericordioso de Dios. Parece que nuestra especialidad es la espiritualidad. Según mi criterio, la vida espiritual, por su radicalidad, puede y debe ser la última línea defensiva de la verdad. A menudo, sin embargo, también ella es atropellada por la niebla de los gustos y de las emociones.

Aconsejo a todos, y en modo particular a nuestros hermanos que están a punto de comprometer su vida en un camino de vida espiritual, de releer la carta que Juan de la Cruz escribió a un religioso carmelita el año 1589: es un texto profético, que golpea por su actualidad y por el rigor lógico con el que distingue entre sentimientos y amor. A Dios se llega a través de el amor, que es Dios mismo en su ser y es el amor con el que Dios nos ama. Lo que sentimos, las alegrías y las tristezas, los placeres y los disgustos, no están privados de valor: son “motivos para amar”, pero no son el amor. Si se transforman en fines, el alma se repliega sobre sí misma y se cierra a Dios…»

Extraído de Homilía en la fiesta de san Juan de la Cruz
P. Saverio Cannistrà, ocd, Prepósito General
Capilla del Teresianum, 14.12.2016

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