Un encuentro con Jesucristo a la intemperie
Pero es además un signo en el espacio de la elevación del alma por encima del hormigueo de los negocios terrenales, de los pecados y placeres de los hombres.
«Para el contemplativo el centro de interés es el episodio profético de la nubecilla que a ruegos de Elías viene a poner fin, vertiendo su lluvia benéfica, a la sequía y al hambre…
Jesucristo gustaba de descifrar el sentido divino de la naturaleza, inclinándose hasta sus más humildes maravillas, que tantos otros pisan distraídos…
Exulte el desierto y la tierra árida, regocíjese la estepa y florezca
como un narciso, exulte con júbilo y cantos de triunfo..,
le será dada la hermosura del Carmelo… (Isaías 35,12)
Si el Ermitaño llora al recordar sus extravíos, que sean lágrimas de gozo. Dios es más admirable cuando restaura que cuando crea.