» Herodes es un hombre de poder… si reflexionamos bien, también Dios le parece un rival… Cuando vemos a Dios así acabamos por sentirnos insatisfechos y descontentos, porque no nos dejamos guiar por Aquel que es el fundamento de todas las cosas. Debemos eliminar de nuestra mente y de nuestro corazón la idea de la rivalidad, la idea de que dar espacio a Dios es un límite para nosotros mismos; debemos abrirnos a la certeza de que Dios es el amor omnipotente que no quita nada, no amenaza, sino que es el Único capaz de ofrecernos la posibilidad de vivir en plenitud, de experimentar la verdadera alegría…
Y llegamos así a la estrella. ¿Qué tipo de estrella era aquella que los Magos vieron y siguieron? Debemos volver al hecho de que esos hombres buscaban las huellas de Dios; buscaban leer su “firma” en la creación; sabían que “los cielos narran la gloria de Dios” (Sal 19,2); estaban seguros, de que Dios puede vislumbrarse en lo creado. Pero, como hombres sabios, sabían sin embargo que no es con un telescopio cualquiera, sino con los ojos profundos de la razón en búsqueda del sentido último de la realidad y con el deseo de Dios movido por la fe, como es posible encontrarlo, incluso se hace posible que Dios se acerque a nosotros…
La estrella les guió entonces a Belén, una pequeña ciudad; les guió entre los pobres, entre los humildes, para encontrar al Rey del mundo. Los criterios de Dios son diferentes a los de los hombres; Dios no se manifiesta en el poder de este mundo, sino en la humildad de su amor, ese amor que pide a nuestra libertad ser acogido para transformarnos y hacernos capaces de llegar a Aquel que es el Amor…»
«.. En la Biblia, Elías aparece de repente, de forma misteriosa, procedente de un pequeño pueblo completamente marginal (1 Re 17, 1); y al final saldrá de escena, bajo los ojos del discípulo Eliseo, en un carro de fuego que lo sube al cielo (2 Re 2, 11-12). Es por tanto un hombre sin un origen preciso, y sobre todo sin un final, secuestrado en el cielo: por esto su regreso era esperado antes del advenimiento del Mesías, como un precursor. Así se esperaba el regreso de Elías.
La Escritura nos presenta a Elías como un hombre de fe cristalina: en su mismo nombre, que podría significar “Yahveh es Dios”, está encerrado el secreto de su misión. Será así durante toda la vida: hombre recto, incapaz de acuerdos mezquinos. Su símbolo es el fuego, imagen del poder purificador de Dios. Él primero será sometido a dura prueba, y permanecerá fiel. Es el ejemplo de todas las personas de fe que conocen tentaciones y sufrimientos, pero no fallan al ideal por el que nacieron.
La oración es la savia que alimenta constantemente su existencia. Por esto es uno de los personajes más queridos por la tradición monástica, tanto que algunos lo han elegido como padre espiritual de la vida consagrada a Dios. Elías es el hombre de Dios, que se erige como defensor del primado del Altísimo. Sin embargo, él también se ve obligado a lidiar con sus propias fragilidades. Es difícil decir qué experiencias fueron más útiles: si la derrota de los falsos profetas en el monte Carmelo (cfr. 1 Re 18, 20-40), o el desconcierto en el que se da cuenta que “no soy mejor que mis padres” (cfr. 1 Re 19, 4)…»
Extraído de (Audiencia general 7/10/20) – Santo Padre Francisco
«El mismo nombre de «Monte de Dios» es un feliz augurio; como dice el salmista respecto del monte del Señor; en él habitará la raza de los que buscan al Señor, los que buscan al Señor, los que buscan el rostro del Dios de Jacob; los de manos inocentes y puro corazón, que no recibieron su alma en vano. Esta es, efectivamente la profesión de ustedes: buscar al Dios de Jacob… buscando ese mismo rostro de Dios que vio Jacob cuando dijo: «He visto al Señor cara a cara y mi alma está a salvo».
«… como dice el apóstol: «Entonces conoceré como soy conocido; ahora vemos como en un espejo, confusamente, después lo veremos cara a cara tal cual es»; buscar su rostro continuamente en esta vida, por la inocencia de las manos y la pureza del corazón, esta es la piedad, que como dice Job «es el culto de Dios». Una vida de piedad es la vida que debemos vivir pues para eso hemos recibido el alma».
«La piedad a la que nos referimos es una constante memoria de Dios, un esfuerzo continuo dirigido a conocerlo, una tensión infatigable del corazón hacia su amor, de modo que, ni siquiera una hora deje de encontrar al servidor de Dios ocupado en ejercitarse y progresar, o bien, sumergido en la dulzura de la experiencia y el gozo de la fruición en Dios».
Guillermo de Saint Thierry – de págs. 25 y 26 en «Carta de Oro, a los hermanos de Mont Dieu». Ed. Padres Cistercienses. 2003 – Monasterio Nuestra Señora de Los Ángeles – Argentina –
«Hermanos: Puesto que Dios los ha elegido a ustedes, los ha consagrado a él y les ha dado su amor, sean compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes. Sopórtense mutuamente y perdónense cuando tengan quejas contra otro, como el Señor los ha perdonado a ustedes. Y sobre todas estas virtudes, tengan amor, que es el vínculo de la perfecta unión. Que en sus corazones reine la paz de Cristo, esa paz a la que han sido llamados, como miembros de un solo cuerpo. Finalmente, sean agradecidos.
Que la palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza. Enséñense y aconséjense unos a otros lo mejor que sepan. Con el corazón lleno de gratitud, alaben a Dios con salmos, himnos y cánticos espirituales; y todo lo que digan y todo lo que hagan, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dándole gracias a Dios Padre, por medio de Cristo». (Colosenses 3, 12 – 17)
«Mis ojos han visto tu salvación. Son las palabras que repetimos cada noche en Completas. Con ellas concluimos la jornada diciendo: “Señor, mi salvación viene de Ti, mis manos no están vacías, sino llenas de tus bondades”. El punto de partida es saber ver su gracia. Mirar hacia atrás, releer la propia historia y reconocer el don fiel de Dios: no sólo en los grandes momentos de la vida, sino también en las fragilidades, en las debilidades, en las miserias. […] Para tener la mirada justa sobre la vida, pidamos saber reconocer la gracia de Dios que nos envuelve por doquier, como Simeón». (Misa para los consagrados, homilía del Santo Padre Francisco) (Feb.2020)
… La venida del Mesías, que restaura el plan de Dios es motivo y fuente de alegría para todos, pues el mundo cuenta entre sus tesoros más inapreciables, la presencia siempre actual del Príncipe de la paz que quiere conducirlo hacia ella. Necesitamos tomar en serio la paz y la equidad en el mundo, en todas sus manifestaciones: la paz íntima, del corazón, en las familias, en la convivencia cotidiana… Dios es un Dios de paz…
… Cuatro son las noches históricas de la humanidad: la noche de la creación, la de Abraham, la del Éxodo y la de Belén. Esta es la más importante porque el Hijo de Dios ha traído su paz, que no es como la pax romana, sino el fundamento de la civilización del amor. Que podamos vivir y contemplar en esta noche, al que es la paz.
«En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!». (Lc 1,39-45)
Destacamos aquí la prontitud con que María acude a visitar a su pariente Isabel, acude en ayuda y también en actitud de compartir la alegría de la maternidad de ambas; sube en su humildad y portando en su seno la grandeza de la vida. («Yo Soy el camino, la verdad y la vida, dice El Señor») Isabel, quién también en actitud humilde queda llena del Espíritu Santo, destaca la fe de María como puerta al cumplimiento de lo prometido por Dios. (Feliz la que ha creído…)
Pidamos al Señor Nuestro Dios la prontitud para el servicio, la humildad necesaria para que la gracia pueda actuar en nosotros y la fe suficiente para que obren a través nuestro las maravillas que nos trae el nacimiento del redentor.
Cristo nació en una cueva o gruta. Fue depositado en un pesebre excavado en la roca… sepultado en un sepulcro excavado en la roca. La iconografía suele reflejar este nacimiento ubicado en la gruta; Cristo la sacraliza con su presencia. Y es su carta de presentación para la misión encomendada. Él es el pobre entre los pobres: Anawim. Es el Hijo del Hombre que no tiene donde reclinar la cabeza.
Jesucristo nace alejado de palacios principescos, de los templos esculpidos por la mano del hombre… «Es la tierra el estrado de mis pies».. ¿Qué casa me pueden construir? El Señor ha venido a su casa, la Tierra, para habitar en nuestro corazón, templo donde habita el Espíritu Santo, para orar a Dios en espíritu y verdad. Esta es la adoración que quiere el Padre.
Texto propio del blog
«La Subida al Monte Carmelo y la Noche Oscura del alma quieren declarar la experiencia humana de una búsqueda que parte de aquellas ansias de amor por las que saliendo de sí y de las cosas el hombre alcanza su transformación en Dios. La salida de sí y de las cosas en ningún momento se traduce en aniquilación. Se trata de un cambio de estado o situación. Paso del sentido al espíritu…»
«Actuar y VIvir desde la contemplación no desde el discurso. En definitiva, se trata de Introducir la historia en un horizonte nuevo de realización desde el actuar del hombre que VIve ya en contemplación. Se comprende que esta contemplación a la que nos referimos, evocando la doctrina mística de San Juan de la Cruz, es algo sumamente complejo que afecta a todo el ser del hombre. Insistimos en que como denominación genérica alude el Santo a esa nueva condición, modo de ser en el que se deja el obrar y actuar sensible para obrar y actuar desde el Espíritu…»
«En la consecución de esta nueva condición, que afecta al hombre entero, se empeña, ante todo, Dios mismo, que es el que provoca este estado creando un nuevo dinamismo de amor en el hombre. Por ello, para Juan de la Cruz, el entendimiento, fundamental en la contemplación entendida como conocimiento claro y distinto de la realidad, se incorpora al dinamismo amoroso de modo distinto, abriéndose pasivamente a una noticia o inteligencia oscura y general, aunque no por ello deja de ser la más alta noticia de Dios…»
Extraído de «La comunión con Dios en la historia» de Francisco Brandle Matesanz
Imagen extraída de Ermita de San Pedro y San Juan de la Cruz
¡Oh Cruz fiel!
«Cuando vamos a la Cueva a contemplarla, a visitarla, aunque sólo sea turísticamente, podemos maltratarla si no tenemos en cuenta que lo que estamos viendo es un monumento cuyo interés y belleza van mucho más allá de lo que contemplan los ojos. Si nuestra cabeza (inteligencia y fantasía) no nos complementa lo que los ojos ven, en realidad no vemos nada. Es la misma experiencia del patán que entrando en las cuevas de Altamira se contentara con comentar: «¡la de ganado que se pueden encerrar aquí!.. «
«Claro que se puede hacer ese tipo de turismo y son multitud los visitantes que ven las cosas de esa manera y quedan casi siempre defraudados de lo que ven. Nosotros estamos intentando exponer aquí la «teoría» de la visita perfecta, el «arquetipo» de un turismo que pueda servir de hito a conseguir para de verdad poder gozar de la contemplación de la Cueva Negra. Está claro que conocer tal «arquetipo» requiere de una «iniciación», pero eso es el sino del hombre: para poder vivir tiene que aprender.Volvamos al tema: La Cueva Negra fue un «lugar sagrado» en la Antigüedad…»
«Para nosotros tal «cualidad» no puede pasarse por alto. Tenemos que ir a la cueva sabiendo que pisamos tierra sagrada. Quizá no sea sacral para las enseñanzas y vivencias del cristianismo que profesamos, pero habremos de darle la categoría de la «sacralidad» intelectual, la «sacralidad» referencial para que podamos entender lo que estamos celebrando…»
Extraído de pág. 37 de “La cueva negra, lugar sagrado” – (Antonio González Blanco)
«Si nos remontamos a los tiempos más antiguos en los que tenemos testimoniados con fuentes documentales la existencia de lugares sagrados, podemos recordar cuándo y cómo aparecen en las literaturas del Próximo Oriente Antiguo tratando a la vez de especificar el modo como surgen y los tipos de lugares sagrados que se crean.Tomando como punto de referencia los documentos y tradiciones de la Biblia que si no son los más antiguos sí que son lo bastante antiguos como para servirnos de referencia, hemos de comenzar por las tradiciones referentes a Abraham.
Abraham sacraliza aquellos lugares en los que se le ha manifestado el Señor y en aquellos lugares eleva altares y ofrece sacrificios. Así ocurre en Siquem, en Mabre, y en estos casos la sacralización viene constituida por la TEOFANÍA o aparición de Dios. Santos son los lugares que tienen culto previo. Así ocurre con Salem donde es rey Melquisedec, que ofrece pan y vino y bendice a Abraham. El origen es el culto habitual existente. La sacralización queda constituida por el USO.
Santos o sagrados son los lugares en los que Abraham celebra algún rito especial como es el de la alianza. Adquieren una sacralidad RITUAL confirmada por la manifestación divina. Santos son los lugares en los que Dios manifiesta un JUICIO, como ocurre con los profetas Elías cuando Dios actúa matando a todos los sacerdotes de Baal. O el lugar en el que Balaam bendice a Israel a pesar de que había sido llamado para que lo maldijera, dado el juicio de Dios que es el hecho de que la burra hable. En el mundo cristiano será santo el lugar en el que acaecen milagros».
continúa…
Extraído de págs. 19 – 20 de «La cueva negra, lugar sagrado» – (Antonio González Blanco)
Cuando Jesús salía de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos, que gritaban: “¡Hijo de David, compadécete de nosotros!” Al entrar Jesús en la casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les preguntó: “¿Creen que puedo hacerlo?” Ellos le contestaron: “Sí, Señor”. Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Que se haga en ustedes conforme a su fe”. Y se les abrieron los ojos. Jesús les advirtió severamente: “Que nadie lo sepa”. Pero ellos, al salir, divulgaron su fama por toda la región. (Mateo 9, 27-31)
También nosotros hemos sido “iluminados” por Cristo en el Bautismo, y por ello estamos llamados a comportarnos como hijos de la luz. Y comportarse como hijos de la luz exige un cambio radical de mentalidad, una capacidad de juzgar hombres y cosas según otra escala de valores, que viene de Dios. El sacramento del Bautismo, efectivamente, exige la elección de vivir como hijos de la luz y caminar en la luz. Si ahora os preguntase: “¿Creéis que Jesús es el Hijo de Dios? ¿Creéis que puede cambiaros el corazón? ¿Creéis que puede hacer ver la realidad como la ve Él, no como la vemos nosotros? ¿Creéis que Él es la luz, nos da la verdadera luz?” ¿Qué responderíais? Que cada uno responda en su corazón. (ÁNGELUS 26 de marzo de 2017)
“Todos los hombres son hijos de Dios que los ama infinitamente: es entonces imposible querer amar a Dios sin amar a los seres humanos: cuanto más se ama a Dios, más se ama a los hombres. El amor de Dios, el amor por los seres humanos, es toda mi vida, será toda mi vida, así lo espero.”
¡Oh Dios mío! ¡Cómo tenías tu mano sobre mí, y qué poco yo lo sentía! ¡Qué bueno eres! ¡Cómo me guardaste! ¡Cómo me guardabas bajo tus alas mientras yo ni siquiera creía en Tu existencia!” Mi vocación ordinaria es la soledad, la estabilidad, el silencio… Pero si creo ser llamado, excepcionalmente a otra cosa, sólo puedo decir, como María: ‘Soy la Servidora del Señor’.”
“La Eucaristía es Jesús, es todo Jesús. Cuando se ama, se quisiera hablar constantemente con el ser a quien uno ama, o por lo menos mirarlo sin cesar: la oración no es otra cosa: la conversación familiar con nuestro Amado: mirarlo, decirle que uno lo ama, gozar de estar a Sus pies.”
Extraído de Biografía de Charles de Foucauld
EL SIMBOLISMO DE LA CUEVA EN EL SENO DE LA VISIÓN CRISTIANA DE LA NATURALEZA.
Por importante que sea el simbolismo de la cueva no puede entenderse aisladamente, éste sólo culmina con su integración en un esquema superior: el de la comprensión cristiana del mundo y el alegorismo universal con el que este mundo es contemplado en tanto que creación divina. El cristianismo primitivo desarrolló, al menos idealmente, una relación con la naturaleza distinta de la que había sido la visión pagana…
A ojos del cualquier hombre, y del cristiano también, la naturaleza sigue siendo una fuente de misterio a través de la cual se puede llegar a intuir la presencia de lo sobrenatural. Los escritores cristianos seguirán viendo en ella la huella de Dios. En este sentido, la contemplación de la naturaleza puede elevar el espíritu, y al igual que la lectura de la Biblia, es también un ejercicio de verdadera exégesis. La percepción patrística de la naturaleza ha estado siempre penetrada por metafísica…
Los Padres interpretan cada fenómeno natural en sentido espiritual, y siguen un planteamiento de raíz exegética, la Naturaleza es el libro de Dios y todo es espiritual o admite una lectura espiritual-moral, en la tradición hermeneútica cristiana estaríamos hablando de anagogé. Efectivamente, la visión simbólica, moral y alegórico-universal se presenta en la visión e interpretación de la Naturaleza. La Naturaleza, cuyo autor es Dios, enseña a través de la comparación, su contemplación es una didáctica de las cosas sagradas, como lo es la lectura de las Escrituras, inspiradas también por Dios…
LA CUEVA Y SU INTERPRETACIÓN EN EL CRISTIANISMO PRIMITIVO
Pags. 876 – 879 (Fragmentos)
La cueva ocupa en muchos sentidos un lugar análogo al éremos. También ésta comienza siendo el hogar de los demonios, lugar tan desprovisto de huella humana como el desierto, tan desconocido que representa el poder de la muerte y de la oscuridad. El asceta marcha a la cueva para combatir allí a los demonios, en su propio terrero, para hacer entrar en él a Cristo victorioso, igual que hace al retirarse al desierto.
Las montañas, los lugares difícilmente accesibles y las zonas deshabitadas son escenario tradicional de innumerables prácticas ascéticas. Existe una imagen semilegendaria del desierto, del panéremos, como lugar que jamás pisan los seres humanos, región habitada no más que por demonios y bestias, al panéremos se dirige el anacoreta para enfrentarse en solitario contra los demonios. Se trata de un espacio no muy lejano en realidad, pero su distancia no resulta tanto física como simbólica.
Tras una lucha a menudo dramática, tal y como la vemos reflejada en los episodios transmitidos por la hagiografía tradicional, el anacoreta consigue la purificación y llegar al verdadero conocimiento de Dios a través de la renuncia; es entonces cuando se transforma en un hombre angélico o adámico, con ello se da el primer paso hacia la restauración definitiva de la relación con Dios y el vir Dei ve ante sus ojos una serie de signos anticipatorios: en mitad del desierto los ángeles le alimentan con frutas del Paraíso, los animales antes temerosos u hostiles se presentan mansos ante él. En la visión ascética cristiana el mito del desierto es la antesala al mito de la recuperación del Paraíso.
LA CUEVA Y SU INTERPRETACIÓN EN EL CRISTIANISMO PRIMITIVO
(Págs. 871-872)
Jesús hoy nos pide que dejemos que Él se convierta en nuestro rey. Un Rey que, con su palabra, con su ejemplo y con su vida inmolada en la Cruz, nos ha salvado de la muerte, e indica —este rey— el camino al hombre perdido, da luz nueva a nuestra existencia marcada por la duda, por el miedo y por la prueba de cada día. Pero no debemos olvidar que el reino de Jesús no es de este mundo. Él dará un sentido nuevo a nuestra vida, en ocasiones sometida a dura prueba también por nuestros errores y nuestros pecados, solamente con la condición de que nosotros no sigamos las lógicas del mundo y de sus «reyes». Que la Virgen María nos ayude a acoger a Jesús como rey de nuestra vida y a difundir su reino, dando testimonio a la verdad que es el amor.
¡Oh! qué alegría la mía cuando me dijeron:
Vamos a la casa del Señor (Salmo 121,1)
Jesucristo gustaba de descifrar el sentido divino de la naturaleza, inclinándose hasta sus más humildes maravillas, que tantos otros pisan distraídos: la hierba, vestida por Dios, y las flores de los campos, superiores en magnificencia a las galas de Salomón; la caña que el viento cimbrea, los manantiales que refrescan, los arreboles mañaneros o vespertinos, los campos ondulante de mieses, los senderos pedregosos, el relámpago que rasga el espacio, la luz centelleante.
Los animales tan humildes de nuestro entorno familiar le encantan: la gallina que reúne sus polluelos bajo sus alas, los gorriones que Dios alimenta, la cándida paloma, la oveja mansa y dócil… No hay rastro de hermosura que le deje insensible. Pero cada onda que hace vibrar sus facultades estéticas le trae al mismo tiempo el mensaje de su Padre que da a todo un sentido tan personal.
Con sus reacciones ante la primorosa naturaleza, Jesús nos da la inteligencia de ella y nos sitúa en la óptica en que debemos mirarla. El mismo, “resplandor de la luz eterna, espejo sin mancha del actuar de Dios, imagen de su bondad” (Sabiduría 7,26), es el que, con miras a su Encarnación, se ha preparado un templo digno, un marco soberano para la “Figura” que es de la sustancia del Padre. Se comprende que las radiaciones de ese “Rostro” sublime, al rozar las criaturas, las haya dejado “vestidas de su hermosura” (cf. San Juan de la Cruz. Cant V, 5).
Exulte el desierto y la tierra árida, regocíjese la estepa y florezca
como un narciso, exulte con júbilo y cantos de triunfo..,
le será dada la hermosura del Carmelo… (Isaías 35,12)
El Monte Carmelo, cuyo nombre significa “Viña” o “Vergel”, ha llegado a ser el símbolo de las ascensiones espirituales, cuyo término, en la cumbre, es el descanso en Dios, en las delicias de la unión plena. La Escritura nos lo describe como paraje fértil y deleitable, que por su encanto y feracidad le ha merecido evocar a la Santísima Virgen: “tu cabeza como el Carmelo” (Cantar de los cantares 7,6). Isaías pondera la hermosura del Carmelo (35,2). Dios mismo anuncia como tipo de su vindicta contra su Pueblo prevaricador la devastación del Carmelo. La arrogante montaña quedará pelada (33, 9), su cima se secará (Amós 1,2), toda su belleza se marchitará (Nah 1,4). Su único rival en magnificencia es el Líbano (Isaías 35,2). Su opulencia representa el alma expansionada en los goces de la contemplación.
Extraído de «El eremitorio» (Cap. VI, pag. 45)
Y, como pasar por alto el otro modelo inspirador del estilo de vida de los carmelitas. La misma Madre de Dios, a quien los primeros padres tomaron por hermana y espejo de las virtudes que ellos mismos deberían alcanzar. Ella, después de contemplar el más profundo Misterio Divino por el anuncio del ángel, aceptó la iniciativa de Dios de escogerla a pesar de no sentirse digna para ser la Madre del Verbo. Y no quedándose en el deleite de su experiencia, nos cuenta el Evangelio que se puso en pie y fue a través de las montañas a donde estaba su prima Isabel para compartir con ella la comunicación de la Buena Nueva de Dios y para asistirla en el parto del Precursor. María también, después de experimentar la más honda experiencia de contemplación tuvo la fuerza para cumplir su misión…
…Para Santa Teresa de Jesús, nuestra madre y maestra, la contemplación es una forma de oración superior a la meditación y distinta de ésta en su estructura, ya que la meditación es discursiva mientras la contemplación es más intuitiva. La meditación es racional, obra del entendimiento orientado hacia la voluntad y la acción. La contemplación afecta directamente a la voluntad, cautivando y envolviendo al orante en una especial relación con Dios, preparándolo para la unión mística. Y ya sensibilizado y connaturalizado con la presencia y la acción de Dios en él, se mantiene en los altos grados de dicha unión.
Podríamos atrevernos a decir que la contemplación en el Carmelo es tan propia como su nombre porque está absolutamente inmersa en sus raíces desde el mismo momento en que los ermitaños del Monte Carmelo decidieron abrazar este estilo de vida, que ha traspasado las fronteras de los siglos y sobrevivido a todos los cambios de los tiempos por la fidelidad con que hombres y mujeres, desde el principio han asumido esta forma de vivir en plena configuración con Cristo y al servicio de su Iglesia. Desde las constituciones más antiguas la Orden ha vivido la dimensión contemplativa como un rasgo fundamental de su carisma y lo ha mantenido así a través de todos los cambios y actualizaciones que dichas reglas han tenido…
Esta dimensión se vive desde el mismo profeta Elías, a quien consideramos patriarca de la Orden porque su estilo de vida es inspirador para los comienzos de los primeros ermitaños del Monte Carmelo. De él existe en las Sagradas Escrituras, y más exactamente en el I Libro de los Reyes un pasaje absolutamente memorable por cuanto el contenido del mismo nos da una prueba fehaciente de lo que significa la contemplación en el Carmelo. Y nos atrevemos a citarlo textualmente, por más que lo conozcamos para poder situarlo en el contexto de nuestras pretensiones a través de este subsidio:
“Y el Señor le dijo: ´Sal fuera y quédate de pie ante mí, sobre la montaña´. En aquel momento pasó el Señor, y un viento fuerte y poderoso desgajó la montaña y partió las rocas ante el Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto; pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Y tras el terremoto hubo un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Pero después del fuego se oyó un susurro suave y delicado. Al escucharlo, Elías se cubrió la cara con su capa, y salió y se quedó a la entrada de la cueva. En esto llegó a él una voz que le decía: ´¿Qué haces ahí Elías?´ Él contestó: ´Me consume el celo por el Señor, Dios de los Ejércitos…´” (I Re Cp. 19, 11 – 14).
Yo tengo ahora ya 54 años, no ha más allá de cuatro años que te conozco. ¡Cuán perdido ha andado mi corazón sin ti! ¿Por qué no te revelaste a mi juventud? ¡Cuán diferentes hubieran sido mis obras! Una sola palabra salida de tus labios hubiera bastado para advertirme de que eres tú mi cosa amada que buscaba. Hasta hallarte, mi corazón ha ido siempre en pos de ti preguntando por su Amada; más ¡ay! Nadie me daba razón de ti” (MR 7,14).
“- Yo (la Iglesia) soy un objeto infinitamente bello, bueno amable y deleitable; el corazón humano es cosa tan pequeña con respeto a mí, que no cabe dentro tanta grandeza, y por esto yo me he manifestado poco a poco y bajo mil formas y maneras; y ahora me manifiesto casi sin velos, porque tu entendimiento está ya dispuesto a recibir mi presencia en idea, especie, forma, figura o imagen. No obstante todos estos preparativos, apenas crees; tan pequeño es el individuo con respeto a objeto tan grandioso.
Yo soy Dios y tus prójimos, yo soy en Cristo cabeza el gran cuerpo moral de su Iglesia cuyos miembros son todos los predestinados a la gloria; y este cuerpo moral es tan grandioso, que no cabe en el entendimiento humano sino apenas la idea, figura o imagen, y para ésta es aún preciso ensancharle, dilatarle y engrandecerle, cuya operación no puede hacerse sino con tiempo, poco a poco, cooperando el amante. A proporción que entre la idea, noticia o imagen de mí en el entendimiento, el corazón se dilata, se ensancha y se dispone para unirse conmigo en amor; y ésta es también obra del tiempo” (MR 22,18).
Beato Francisco Palau i Quer (OCD). Del diario «Mis relaciones» (MR)
«Y a los 31 años de mi edad empecé a morir viviendo y a vivir muriendo, una vida tan horrorosa a mi vista, tan amarga, que me horripila mis carnes al escribirlo: Dios entregó mi alma en poder de los demonios; y parece tenían fuerza de mí cuanto les placía. Y esta vida duró hasta la edad de 50 años, esto es, 17 años seguidos, sin un día de luz ni de interrupción. En este tiempo el amor no sólo se extinguió, sino que levantando siempre más sus llamas, llegó a tal exceso que ya no me fue posible soportar más mi situación. Yo amaba con pasión, y, cosa extraña, ni conocía a mi Amada ni esta se relacionaba conmigo” (MR 10,15).
“Perdidas las esperanzas de morir por tu amor, hallándome en la flor de mi edad, no pudiendo soportar la llama del amor que ardía dentro de mi pecho viviendo entre los hombres, me resolví en mi edad viril vivir solitario en los desiertos. Te llamé y no me respondiste, te busqué dentro el seno de los montes, en medio de los bosques, sobre la cima de las peñas solitarias, y no te hallé. En la soledad del monte marchité mi virilidad en busca de ti; (…) ¿Dónde estabas entonces? ¡Ah, estabas tan cerca y yo no lo sabía, estabas dentro de mí mismo y yo te buscaba tan lejos! ¿Por qué no te hicisteis visible?” (MR 22, 16).
«A los 21 años de edad, al desprenderse el corazón de los objetos extraños al verdadero amor, al dejar las cosas que no merecen los afectos del corazón, me hallé en una situación horrible: impulsado por el amor buscaba mi cosa Amada en Dios: más ¡Ay!, yo no la conocía, y ella no se revelaba. No obstante, la pasión del amor no estaba en mí ociosa, sino que crecía de año en año hasta devorar el corazón” (MR 10,14).
“Y fui al claustro, por si acaso allí te encontrara. Yo, aunque muy a oscuras, te buscaba a ti: estaba persuadido de que sólo una belleza infinita podía saciar y calmar los ardores de mi corazón. ¡Cuán lejos estaba entonces de creer que fueses lo que eres! La soledad, sin ti, lejos de calmar la pasión del amor, la fomenta: y el claustro ensanchó mi corazón, encendió mayor llama en el amor. Pero no conociéndote sino como se conoce una persona extranjera, mi tormento era sin comparación más cruel en la soledad del claustro que en el bullicio del mundo” (MR 22,14)
B. Francisco Palau i Quer (OCD), Sacerdote (m)
Tomado de su diario Mis Relaciones (MR)
En Francisco Palau veo al hermano eremita, (además de su faceta misionera) con el que comparto mi devoción por la espiritualidad de la CUEVA. Dejó una huella de contemplación y profetismo. A las cuevas, lugares solitarios, se retiraba con relativa frecuencia, como una necesidad de su ser sediento de Agua Viva, de Presencia… Un saludo en Cristo a todos los visitantes del blog Anawim. Rafael Rodríguez Cantero
77. El cristiano, llamado a orar en común, debe no obstante entrar también en su aposento para orar al Padre en secreto. La práctica de la presencia de Dios, que es una tradición carmelita, encuentra a menudo dificultades en los tiempos modernos. Debemos por tanto hacer esfuerzos por ayudarnos mutuamente a buscar a Dios mediante la oración orgánicamente unida con la vida cotidiana. Del mismo modo, los carmelitas están llamados a una experiencia más profunda de las formas de oración que están más en consonancia con su propia espiritualidad. Foméntese también entre nosotros la búsqueda de nuevas formas de oración acordes con nuestro carisma.
78. La formación espiritual deberá ir estrechamente unida con la doctrinal y pastoral y ser impartida de modo que aprendamos por ella a vivir en continuo y familiar trato con el Padre por su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo. Vivamos el misterio pascual y busquemos a Cristo en nuestra vida diaria, en la activa participación en la Eucaristía y en la Liturgia de las Horas, y asimismo en los hombres, sobre todo en los pobres, en los enfermos, en los niños y en los que no tienen fe. Toda nuestra vida debe tener un profundo sentido religioso con el cual interpretemos los aconteceres nuestros y del ambiente que nos rodea a la luz de Dios. Toda nuestra vida será así profundamente contemplativa y sabrá ver cuanto nos acaezca como con los ojos de Dios.
Si yo contase conmigo mismo, mis deseos serían insensatos, pero yo cuento con Dios, que nos ha dicho: «Si alguno quiere servirme, que me siga», que frecuentemente ha repetido también esta frase: «Seguidme»; que nos ha dicho: «Amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos…, haced a los demás lo que quisierais que os hiciesen…» No me es posible practicar el precepto de la caridad fraterna sin consagrar mi vida a hacer todo el bien posible a estos hermanos de Jesús, a quienes todo falta, puesto que Jesús les falta…
Amemos a Jesús, perdámonos delante del Santísimo Sacramento: allí está el Todo, lo Infinito, Dios…; comprendamos el abismo que existe entre el Creador y la criatura: es el Todo al lado de la nada. Mientras que Jesús quiere embriagarnos de delicias por su presencia, su pensamiento, su contemplación continua, no nos metamos en la basura de las cosas pasajeras…
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
dile al Señor: «Refugio mío,
alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.
Él te librará de la red del cazador
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.
No temerás los miedos de la noche
ni la flecha disparada de día,
ni la peste que avanza en las tinieblas,
ni la plaga que azota a pleno sol.
Aunque caigan mil hombres a tu izquierda
y diez mil, a tu derecha,
tú estarás fuera de peligro:
su lealtad será tu escudo y armadura.
Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hicistes del Señor tu refugio,
tomastes al Altísimo por defensa.
La desgracia no te alcanzará
ni la plaga se acercará a tu tienda:
pues a los ángeles les ha ordenado
que te escolten en todos tus caminos.
En sus manos te habrán de sostener
para que no tropiece tu pie en alguna piedra;
andarás sobre víboras y leones
y pisarás cachorros y dragones.
«Pues a mí se acogió, lo libraré,
lo protegeré, pues mi Nombre conoció.
Si me invoca, yo le responderé,
y en la angustia estaré junto a él,
lo salvaré, le rendiré honores.
Alargaré sus días como lo desea
y haré que pueda ver mi salvación».
Como especie humana nos hemos entregado al utilitarismo y al saqueo, hemos extraviado la mirada contemplativa. Pero… cuando el hombre se acerca a la naturaleza virgen, y se encuentra a solas, desnudo ante esa inmensidad que le supera y desborda… entonces queda extasiado, tal vez evoca con anhelo en ese momento, el recuerdo del Paraíso.
Cuando nos conmueve un paisaje, nos deslumbra el sutil vuelo de un ave o nos impacta un profundo cielo estrellado lejos de las ciudades, el corazón presiente y reconoce la patria celestial oscuramente recordada. Asumirnos simples peregrinos rumbo a la casa paterna, nos ubica en nuestro lugar propio al servicio del plan de Dios.
Texto propio del blog
EL PLANTEAMIENTO DE LA CUESTIÓN ECOLÓGICA
Al comenzar su pontificado, Juan Pablo II se pregunta, en su carta encíclica Redemptor hominis (1979): ”¿Por qué este mundo creado para el hombre, a pesar del inmenso progreso, jamás conocido, y de los grandes logros tecnológicos, es al mismo tiempo un mundo que ‘gime y sufre’ y está esperando la manifestación de los Hijos de Dios?” Él mismo responde y constata
El hombre actual parece estar siempre amenazado por lo que produce, es decir, por el resultado del trabajo de sus manos y más aún por el trabajo de su entendimiento y las tendencias de su voluntad. Los frutos de la múltiple actividad humana se traducen muy pronto y de manera a veces imprevisible en objeto de ”alienación”… En esto parece consistir el capítulo principal del drama de la existencia humana contemporánea en su dimensión más amplia y universal. (RH, No. 8
Entonces surge otro interrogante: ¿Por qué razón este poder, dado al hombre desde el principio –poder por medio del cual debía dominar la tierra- se dirige contra sí mismo? El hombre parece, a veces, no percibir otros significados de su ambiente natural, sino sólo los que sirven a los fines de un inmediato uso y consumo de las cosas. En cambio, era voluntad del Creador que el hombre se pusiera en contacto con la naturaleza como “dueño” y “custodio” inteligente y noble, y no como “explotador” y “destructor” sin ningún reparo”. (RH. No. 15)
«Generaciones de carmelitas nos han enseñado con el ejemplo a vivir más «dentro» que «fuera» de nosotros mismos, y a ir hacia «el más profundo centro” como dice San Juan de la Cruz (Llama de amor viva B, 1,11-12), porque Dios vive allí, y allí nos invita a buscarlo. El verdadero profeta en la Iglesia es el y la que viene del «desierto», como Elías, rico de Espíritu Santo, y con la autoridad que tienen los que han escuchado en silencio la sutil voz de Dios» (cf. 1 R 19, 12).
«Del silencio y de la oración nacerán comunidades renovadas y ministerios auténticos (cf. Const. 62). Como buenos artesanos de la fraternidad, confiad en el Señor superando la inercia de la inmovilidad y evitando la tentación de reducir la comunidad religiosa a «grupos de trabajo» que acabarían diluyendo los elementos fundamentales. La belleza de la vida comunitaria es en sí misma un punto de referencia que genera serenidad, atrae al pueblo de Dios y contagia la alegría de Cristo resucitado. El verdadero carmelita transmite la alegría de ver en el otro a un hermano al que sostener y amar y con quien compartir la vida».
¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida? Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor. Cuando te entregues a mí, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios.
No te desesperes, no me dirijas una oración agitada, como si quisieras exigirme el cumplimiento de tus deseos, cierra los ojos del alma y dime con calma: Jesús confío en Ti. Evita las preocupaciones angustiosas y los pensamientos sobre lo que puede suceder.
No estropees mis planes queriéndome imponer tus ideas. Déjame ser Dios y actuar con libertad. Entrégate confiadamente en mí, reposa en mí, y deja en mis manos tu futuro. Dime frecuentemente: Jesús confío en Ti.
Lo que más te daña querer resolver las cosas a tu manera. Cuando me dices Jesús confío en Ti, No seas como el paciente que le dice al médico que lo cure, pero le dice el modo de hacerlo. Déjate llevar en mis brazos divinos, no tengas miedo, yo te amo.
Si crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de tu oración, Sigue confiando, cierra los ojos del alma y confía. Continúa diciéndome a todas horas: Jesús confío en Ti. Necesito las manos libres para poder obrar, no me ates con tus preocupaciones inútiles.
Satanás quiere agitarte, angustiarte, quitarte la paz. Confía en mí. Reposa en Mí. Entrégate a Mí. Yo hago los milagros en la proporción de la entrega y de la confianza que tienes en Mí. Así que no te preocupes, echa en mí todas tus angustias y duerme tranquilo. Dime siempre: Jesús confío en Ti, y verás grandes milagros. Te lo prometo por mi amor.
Llega a tanto la ternura y verdad de amor con que el inmenso Padre regala y engrandece a esta humilde y amorosa alma, -¡oh cosa maravillosa y digna de todo pavor y admiración!-, que se sujeta a ella verdaderamente para la engrandecer, como si él fuese su siervo y ella fuese su señor. (CB 27,1)
Adviertan, pues, aquí los que son muy activos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios, dejado aparte el buen ejemplo que de sí darían, si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en oración. (CB 29,3)
«Cada día es mayor el número de los hombres y mujeres, de todo grupo o nación, que tienen conciencia de que son ellos los autores y promotores de la cultura de su comunidad. En todo el mundo crece más y más el sentido de la autonomía y al mismo tiempo de la responsabilidad, lo cual tiene enorme importancia para la madurez espiritual y moral del género humano. Esto se ve más claro si fijamos la mirada en la unificación del mundo y en la tarea que se nos impone de edificar un mundo mejor en la verdad y en la justicia. De esta manera somos testigos de que está naciendo un nuevo humanismo, en el que el hombre queda definido principalmente por la responsabilidad hacia sus hermanos y ante la historia».
San Juan de la Cruz enseñaba que todo lo bueno que hay en las cosas y experiencias del mundo «está en Dios eminentemente en infinita manera, o, por mejor decir, cada una de estas grandezas que se dicen es Dios». No es porque las cosas limitadas del mundo sean realmente divinas, sino porque el místico experimenta la íntima conexión que hay entre Dios y todos los seres, y así, «siente ser todas las cosas Dios».
Si le admira la grandeza de una montaña, no puede separar eso de Dios, y percibe que esa admiración interior que él vive debe depositarse en el Señor: «Las montañas tienen alturas, son abundantes, anchas, y hermosas, o graciosas, floridas y olorosas. Estas montañas es mi Amado para mí. Los valles solitarios son quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas llenos, y en la variedad de sus arboledas y en el suave canto de aves hacen gran recreación y deleite al sentido, dan refrigerio y descanso en su soledad y silencio. Estos valles es mi Amado para mí».
«Reconozco que necesitamos crear espacios motivadores y sanadores para los agentes pastorales, lugares donde regenerar la propia fe en Jesús crucificado y resucitado, donde compartir las propias preguntas más profundas y las preocupaciones cotidianas, donde discernir en profundidad con criterios evangélicos sobre la propia existencia y experiencia, con la finalidad de orientar al bien y a la belleza las propias elecciones individuales y sociales»
En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra. Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: “Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude”. El Señor le respondió: “Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará”. (Evangelio según Lucas 10, 38-42)
«En su obrar hacendoso y de trabajo, Marta corre el riesgo de olvidar —y este es el problema— lo más importante, es decir, la presencia del huésped. Y al huésped no se le sirve, nutre y atiende de cualquier manera. Es necesario, sobre todo, que se le escuche. Recuerden bien esta palabra: escuchar. Porque al huésped se le acoge como persona, con su historia, su corazón rico de sentimientos y pensamientos, de modo que pueda sentirse verdaderamente en familia. Pero si tú acoges a un huésped en tu casa y continúas haciendo cosas, le haces sentarse ahí, mudo él y mudo tú, es como si fuera de piedra: el huésped de piedra. No. Al huésped se le escucha». (Papa Francisco, Ángelus del 17 de julio de 2016)
48. La vida lleva escrita en sí misma de un modo indeleble su verdad. El hombre, acogiendo el don de Dios, debe comprometerse a mantener la vida en esta verdad, que le es esencial. Distanciarse de ella equivale a condenarse a sí mismo a la falta de sentido y a la infelicidad, con la consecuencia de poder ser también una amenaza para la existencia de los demás, una vez rotas las barreras que garantizan el respeto y la defensa de la vida en cada situación.
La verdad de la vida es revelada por el mandamiento de Dios. La palabra del Señor indica concretamente qué dirección debe seguir la vida para poder respetar su propia verdad y salvaguardar su propia dignidad. No sólo el específico mandamiento « no matarás » (Ex 20, 13; Dt 5, 17) asegura la protección de la vida, sino que toda la Ley del Señor está al servicio de esta protección, porque revela aquella verdad en la que la vida encuentra su pleno significado.
«El hombre, llamado a cultivar y custodiar el jardín del mundo (Gn 2, 15), tiene una responsabilidad específica sobre el ambiente de vida, o sea, sobre la creación que Dios puso al servicio de su dignidad personal, de su vida: respecto no sólo al presente, sino también a las generaciones futuras. Es la cuestión ecológica —desde la preservación del « hábitat » natural de las diversas especies animales y formas de vida, hasta la « ecología humana » propiamente dicha— que encuentra en la Biblia una luminosa y fuerte indicación ética para una solución respetuosa del gran bien de la vida, de toda vida».
«En realidad, « el dominio confiado al hombre por el Creador no es un poder absoluto, ni se puede hablar de libertad de «usar y abusar», o de disponer de las cosas como mejor parezca. La limitación impuesta por el mismo Creador desde el principio, y expresada simbólicamente con la prohibición de «comer del fruto del árbol» (Gn 2, 16-17), muestra claramente que, ante la naturaleza visible, estamos sometidos a las leyes no sólo biológicas sino también morales, cuya transgresión no queda impune »».
Juan Soreth, general de la orden a mediados del siglo XV, e impulsor de la reforma de la Orden… defiende que en la regla mitigada… no se mitigó el punto central de la misma, la búsqueda de la unión con Dios como el fin fundamental de la Orden del Carmen y presenta la purificación del corazón, alcanzada por la oración ininterrumpida; que exige recogimiento, soledad, silencio y mortificación de los sentidos, como el medio a través del cual alcanzar dicho fin.
… la celda, lugar que expresa la intimidad de la persona, lugar donde el religioso permanece constantemente meditando la palabra de Dios y llevando a cabo el trabajo personal, ha de ser individual… para los primitivos de Duruelo los valores propios de la regla carmelitana: retiro, soledad, oración, vida de penitencia, trabajo manual, no estaban reñidos con la actividad apostólica, como reconoce Santa Teresa al contarnos la fundación de Duruelo…
Extraído de las pgs. 90 y 93 de «El desierto en el Carmelo descalzo»
Estos espacios o lugares apartados se terminan convirtiendo en espacios de calidad de vida en cuanto que sus moradores disponen de esos bienes, más apreciados hoy que en el pasado, debido a su escasez, que llamamos bienes inmateriales y que no tienen precio, como son el aire sano, el agua pura, la soledad o el silencio, la belleza natural, los cuales son vistos como indispensables para el equilibrio y la felicidad de las personas y las sociedades.
En tercer lugar el desierto carmelitano nos remite al tiempo de aquellos padres nuestros que en tan gran soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban ese tesoro, esa preciosa margarita de que hablamos, el tiempo de los orígenes, hacia los cuales se mira, sobre todo en tiempos de crisis y renovación, buscando la esencia de la vida carmelitana, el ideal contemplativo.
«… Además, el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Co 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia…»
«A cada uno… se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Co 12,7). Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia. Los dones extraordinarios no deben pedirse temerariamente ni hay que esperar de ellos con presunción los frutos del trabajo apostólico. Y, además, el juicio de su autenticidad y de su ejercicio razonable pertenece a quienes tienen la autoridad en la Iglesia, a los cuales compete ante todo no sofocar el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es bueno (1 Ts 5,12 y 19-21).
Las criaturas de este mundo no pueden ser consideradas un bien sin dueño: « Son tuyas, Señor, que amas la vida » (Sb 11,26). Esto provoca la convicción de que, siendo creados por el mismo Padre, todos los seres del universo estamos unidos por lazos invisibles y conformamos una especie de familia universal, una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde.
Quiero recordar que «Dios nos ha unido tan estrechamente al mundo que nos rodea, que la desertificación del suelo es como una enfermedad para cada uno, y podemos lamentar la extinción de una especie como si fuera una mutilación».
Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra.
Del capítulo segundo de la Encíclica «Laudato Sí» del Papa Francisco
«Estas situaciones provocan el gemido de la hermana tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo. Nunca hemos maltratado y lastimado nuestra casa común como en los últimos dos siglos. Pero estamos llamados a ser los instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea lo que él soñó al crearlo y responda a su proyecto de paz, belleza y plenitud…»
«Luego de la creación del ser humano, se dice que «Dios vio todo lo que había hecho y era muy bueno» (Gn 1,31). La Biblia enseña que cada ser humano es creado por amor, hecho a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26). Esta afirmación nos muestra la inmensa dignidad de cada persona humana, que «no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas»…»
«San Juan Pablo II recordó que el amor especialísimo que el Creador tiene por cada ser humano le confiere una dignidad infinita. Quienes se empeñan en la defensa de la dignidad de las personas pueden encontrar en la fe cristiana los argumentos más profundos para ese compromiso…»
Extraído de párrafos 53 y 65 de la Encíclica «Laudato Sí» del Santo Padre Francisco
«No quiero desarrollar esta encíclica sin acudir a un modelo bello que puede motivarnos. Tomé su nombre como guía y como inspiración en el momento de mi elección como Obispo de Roma. Creo que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad…»
«Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no son cristianos. Él manifestó una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados. Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal…»
«Era un místico y un peregrino que vivía con simplicidad y en una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior…»
El Concilio Vaticano II recuerda cómo el trabajo humano contribuye a mejorar la sociedad y la misma creación (Lumen Gentium 41). Afirma, además, que según la Biblia, Dios mismo encontró muy bueno todo lo que había creado. (Gaudium et Spes 12) Creando y conservando el universo por su Palabra, Dios ofrece a los hombres en la creación un testimonio perenne de sí mismo. (cf. Rom 1, 19-20)
En la constitución Lumen Gentium 48 se intenta superar la dualidad, el conflicto aparente, entre la esperanza terrena y la esperanza trascendente. El Concilio nos recuerda que el destino del ser humano está vinculado al de toda la creación: La Iglesia, a la que todos estamos llamados en Cristo Jesús y en la cual conseguimos la santidad por la gracia de Dios, no alcanzará su consumada plenitud sino en la gloria celeste, cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas (cf. Hch 3, 21) y cuando, junto con el género humano, también la creación entera, que está íntimamente unida con el hombre y por él alcanza su fin, será perfectamente renovada en Cristo. (cf. Ef 1, 10; Col 1,20; 2 P 3, 10-13)
Tener una actitud de respeto al medio ambiente implica en cierto modo simplificar nuestra vida. Alejarla del consumo excesivo, del desenfreno en el uso de los recursos, de cierta avidez que la cultura nos impone para «estar a tono» con los tiempos. Reconocer en la naturaleza la creación sublime de Dios es suficiente para incorporar en nosotros una actitud de reverencia hacia lo sagrado que se manifiesta en todo lo que existe.
En los próximos días iremos agregando textos de los últimos Santos Padres, en donde se trata el tema de la ecología cristiana y del imperativo que tenemos como seguidores de Cristo hacia el cuidado de nuestra casa común. Aquí les dejamos el enlace a las palabras del Papa Francisco con motivo del Jubileo de la Tierra que se celebra hasta el próximo 4 de Octubre.
El Papa busca la raíz de esta respuesta, por eso dice: En la raíz, hemos olvidado quiénes somos: criaturas a imagen de Dios (cf. Gn 1,27), llamadas a vivir como hermanos y hermanas en la misma casa común. No fuimos creados para ser individuos que mangonean; fuimos pensados y deseados en el centro de una red de vida compuesta por millones de especies unidas amorosamente por nuestro Creador. Es la hora de redescubrir nuestra vocación como hijos de Dios, hermanos entre nosotros, custodios de la creación.
Este es el tiempo para reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre cómo nuestra elección diaria en términos de alimentos, consumo, desplazamientos, uso del agua, de la energía y de tantos bienes materiales a menudo son imprudentes y perjudiciales. Nos estamos apoderando demasiado de la creación. ¡Elijamos cambiar, adoptar estilos de vida más sencillos y respetuosos!
Francisco: el 1 de septiembre inicia el “Jubileo de la Tierra” – Vatican News
Penas y alegrías, consuelos y pruebas, todo procede de ese Corazón bendito; todo es concedido para tu mayor bienestar, para tu santificación, para aumentar en este mundo y en el otro tu conformidad con Él, tu unión a Él… «Todo es para el bien de los que aman a Dios…» Piérdete enteramente en el Corazón de Jesús: es nuestro refugio, nuestro asilo, la casa del pájaro, el nido de la tórtola, la barca de Pedro para atravesar el mar en tempestad: ahora Él es dichoso, no conoce el sufrimiento.
Cuando sufras piensa en su dicha, dite que su felicidad es la que quieres y no la tuya, a Él a quien amas y no a ti; y en el seno de tus aflicciones, de tus tristezas, inquietudes, dudas y pruebas, regocíjate de su felicidad infinita e inmutable y de su inmensa paz…; el pensamiento de la dicha y de la paz, de la que Él goza, en «la bienaventurada y tranquila Trinidad», te llene en este mundo de dicha y paz, esperando que su misión sea tu felicidad y tu paz eterna, ¡Aleluya, aleluya! Nuestro Bienamado es bienaventurado; ¿qué nos falta? ¡Aleluya, aleluya!
Charles de Foucauld – Carta a su hermana – 1° de Abril de 1903
“Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, quedarían blancos como la nieve. Aunque fuesen rojos como la púrpura vendrían a ser como la lana blanca” (Isaías 1 ,18). Ha echado “tras de sí” todos nuestros pecados, y no recobrarán vida en su memoria (Isaías 38,17). Aplícate estas confesiones divinas: “¿No es Efraín mi hijo predilecto, mi niño mimado? Porque cuántas veces trato de amenazarle, me enternece su memoria, se conmueven mis entrañas” (Jeremías 31,20).
La compunción deja de ser auténtica sin esa confiada y tranquilizadora certeza. Desconfiar del perdón es injuriar .al corazón paternal de Dios. Si el Ermitaño llora al recordar sus extravíos, que sean lágrimas de gozo. Dios es más admirable cuando restaura que cuando crea. En la vida espiritual nada será definitivo, pero tampoco hay nada irreparable.. El P. de Foucauld escribía a L. Massignon: “No, las faltas pasadas no me espantan… Los hombres no perdonan porque no pueden devolver la inocencia perdida; Dios perdona porque borra hasta las manchas y devuelve en plenitud la hermosura primera.”
Oh! fuego, Espíritu Paráclito,
vida de la vida de toda criatura.
Santo eres, Tú que das vida a lo inerte.
Santo eres Tú, que unges a los heridos de muerte,
santo eres Tú, que purificas las llagas supurantes.
Oh! espejo de santidad, o fuego de amor,
o dulce sabor en las almas;
Tú que infundes a los corazones
la fragancia de las virtudes.
Oh! fuente purísima, que nos revela
cómo Dios congrega a los errantes
y busca a los extraviados.
Oh! potente camino que lo atraviesa todo:
en las alturas, en la tierra y en cada abismo.
Tú creas y unificas todo.
De ti emergen las nubes y se alzan los cielos,
las rocas destilan humedad,
los manantiales desbordan en torrentes,
la tierra hace germinar su verdor.
A todo tiempo Tú suscitas hombres doctos,
deleitados por las inspiraciones de Tú sabiduría.
Y por ello, gloria a Tí, que eres el son de toda alabanza,
Tú, la alegría de la vida; esperanza e inmenso honor nuestro,
Tú, que otorgas los dones de la luz.
Felipe encontró a Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquel de quien se habla en la Ley de Moisés y en los Profetas. Es Jesús, el hijo de José de Nazaret». Natanael le preguntó: «¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?». «Ven y verás», le dijo Felipe. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez». «¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Jesús continuó: «Porque te dije: ‘Te vi debajo de la higuera’, crees . Verás cosas más grandes todavía». Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.» Evangelio según San Juan 1,45-51
Por otra parte, san Francisco, fiel a la Escritura, nos propone reconocer la naturaleza como un espléndido libro en el cual Dios nos habla y nos refleja algo de su hermosura y de su bondad: «A través de la grandeza y de la belleza de las criaturas, se conoce por analogía al autor» (Sb 13,5), y «su eterna potencia y divinidad se hacen visibles para la inteligencia a través de sus obras desde la creación del mundo» (Rm 1,20). Por eso, él pedía que en el convento siempre se dejara una parte del huerto sin cultivar, para que crecieran las hierbas silvestres, de manera que quienes las admiraran pudieran elevar su pensamiento a Dios, autor de tanta belleza. El mundo es algo más que un problema a resolver, es un misterio gozoso que contemplamos con jubilosa alabanza.
Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos. El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva. Como dijeron los Obispos de Sudáfrica, «se necesitan los talentos y la implicación de todos para reparar el daño causado por el abuso humano a la creación de Dios».
Jesús dijo a sus discípulos:
«El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día». Después dijo a todos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?
San Lucas 9, 22-25
«Es mejor llevar una pequeña cruz de paja que me han puesto sobre las espaldas, sin que yo la haya elegido, que ir a cortar en el bosque con mucho trabajo una más grande, llevándola luego con gran pena. Seré más agradable a Dios con la cruz de paja, que con la que yo me haya fabricado con sudor y penas. Aunque .esta cruz la porte con más satisfacción debido al amor propio, al que gustan tanto sus invenciones y poco le agrada dejarse simplemente conducir y gobernar».
Comentario al evangelio de hoy por San Francisco de Sales en «Conversaciones»
Oración continua
8. Permanezca cada uno en su celda, o en las proximidades, meditando día y noche la ley del Señor (cfr 1P 4,7), a no ser que se halle justificadamente ocupado en otros quehaceres.
Renuncia a la propiedad y comunidad de bienes
10. Ningún hermano considerará nada como suyo propio. Tenedlo todo en común (cf Hch 4,32; 2,44). El prior, por medio del hermano que haya designado para ese oficio, distribuirá a cada uno cuanto le haga falta (cf Hch 4,35), atendiendo a la edad y a las necesidades personales.
Práctica del silencio
8. Valora el Apóstol el silencio, por el hecho de imponerlo en el trabajo (cf 2Ts 3,12). Y como afirma el Profeta: Obra de la justicia es el silencio (cf Is 32,17). Y en otro lugar: “Vuestra fuerza estriba en callar y confiar” (Is 30,15). Por tanto, ordenamos que guardéis silencio desde la terminación de completas hasta después del rezo de prima del día siguiente. Fuera de este tiempo, aunque la práctica del silencio no sea tan estricta, evitad cuidadosamente la charlatanería; pues, como enseña la Escritura y lo abona la experiencia: “En el mucho hablar no faltará pecado” (Pr 10,199. Y: “Quien suelta los labios, marcha a la ruina” (Pr 13,3). Y también: “El locuaz se hace odioso” (Si 20,8). El Señor, a su vez, advierte en el Evangelio: “De toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en el día del juicio” (Mt 12,36).
«Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes: Abrid las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad; su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti. Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua.
La senda del justo es recta.Tú allanas el sendero del justo; en la senda de tus juicios, Señor, te esperamos, ansiando tu nombre y tu recuerdo. Mi alma te ansía de noche, mi espíritu en mi interior madruga por ti, porque tus juicios son luz de la tierra, y aprenden justicia los habitantes del orbe.
Señor, tú nos darás la paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas tú».
Isaías 26,1-4.7-9.12
“.… considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas…y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma… la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal; que como sea oración, ha de ser con consideración; porque no advierte con quién habla y lo que pide y quien es quien pide y a quien, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios…”
“… poco me aprovecha estarme muy recogida a solas haciendo actos con nuestro Señor, prometiendo y proponiendo de hacer maravillas por su servicio, si en saliendo de allí, que se ofrece la ocasión, lo hago todo al revés.”
“… ¿Sabéis qué es ser espirituales de veras?: hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro que es el de la †, porque ya ellos le han dado su libertad, los pueda vender por esclavos de todo el mundo… así es que, hermanas, para que lleve buenos cimientos, procurad ser la menor de todas y esclava suya…”.
“En aquel tiempo, dice el Señor, yo seré el Dios de todas las tribus de Israel y ellos serán mi pueblo. El pueblo de Israel, que se libró de la espada, halló misericordia en el desierto y camina hacia el descanso; el Señor se le apareció de lejos’’.
Esto dice el Señor: “Yo te amo con amor eterno, por eso siempre me apiado de ti. Volveré, pues, a construirte y serás reconstruida, capital de Israel. Volverás a tocar tus panderos y saldrás a bailar entre músicos y coros; volverás a plantar viñas en los montes de Samaria y los que las planten, las disfrutarán.
En la montaña de Efraín gritarán los centinelas: ‘¡Ya es de día! ¡Levántense y vayamos a Sión, hacia el Señor, nuestro Dios!’ ” Esto dice el Señor: “Griten de alegría por Jacob, regocíjense por el mejor de los pueblos; proclamen, alaben y digan: ‘El Señor ha salvado a su pueblo, al grupo de los sobrevivientes de Israel’ ”.
De igual manera, también nosotros, cuando éramos menores de edad, vivíamos como esclavos bajo los elementos del mundo. Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios.
Gálatas 4:3-7