… para guardar lo primero, que es resignación, le conviene que de tal manera viva en el monasterio como si otra persona en él no viviese. Y así, jamás se entrometa, ni de palabra ni de pensamiento, en las cosas que pasan en la comunidad ni de las particulares, no queriendo notar ni sus bienes, ni sus males, ni sus condiciones; y, aunque se hunda el mundo, ni querer advertir ni entrometerse en ello, por guardar el sosiego de su alma; acordándose de la mujer de Lot, que, porque volvió la cabeza a mirar los clamores y ruido de los que perecían, se volvió en dura piedra (Gn. 19, 26)…»
…esto ha menester guardar con gran fuerza, porque con ello se librará de muchos pecados e imperfecciones y guardará el sosiego y quietud de su alma, con mucho aprovechamiento delante de Dios y de los hombres. Y esto se mire mucho, que importa tanto, que por no lo guardar muchos religiosos, no sólo nunca les lucieron las otras obras de virtud y de religión que hicieron, más fueron siempre hacia atrás de mal en peor. Para obrar lo segundo y aprovecharse en ello, que es mortificación, le conviene muy de veras poner en su corazón esta verdad, y es que no ha venido a otra cosa al convento sino para que le labren y ejerciten en la virtud, y que es como la piedra, que la han de pulir y labrar antes que la asienten en el edificio…»
«Y así, ha de entender que todos los que están en el convento no son más que oficiales que tiene Dios allí puestos para que solamente le labren y pulan en mortificación, y que unos le han de labrar con la palabra, diciéndole lo que no quisiera oír; otros con la obra, haciendo contra él lo que no quisiera sufrir; otros con la condición, siéndole molestos y pesados en sí y en su manera de proceder; otros con los pensamientos, sintiendo en ellos o pensando en ellos que no le estiman ni aman…»
«Y todas estas mortificaciones y molestias debe sufrir con paciencia interior, callando por amor de Dios, entendiendo que no vino a la Religión para otra cosa sino para que lo labrasen así y fuese digno del cielo. Que, si para esto no fuera, no había para qué venir a la Religión, sino estarse en el mundo buscando su consuelo, honra y crédito y sus anchuras…»
«Avisos a un religioso para alcanzar la perfección» de San Juan de la Cruz
«La gracia graba en el corazón de los hijos de la luz las leyes del Espíritu. Ellos no deben poner su seguridad solamente en las Escrituras de tinta, pues la gracia de Dios inscribe las leyes del Espíritu y los misterios celestes también sobre las tablas del corazón, y el corazón es quien manda y rige todo el cuerpo».
«La gracia, una vez que se ha apoderado de los prados del corazón, reina sobre todos los miembros y todos los pensamientos, pues allí residen todos los pensamientos del alma, su espíritu y su esperanza y, a través de él, la gracia pasa a todos los miembros del cuerpo…»
«Tal como los mercaderes recogen sus ganancias materiales en todas las fuentes de la tierra, así los cristianos, por el conjunto de las virtudes y el poder del Espíritu santo, reúnen los pensamientos de su corazón dispersos por toda la tierra. Este es el más bello y verdadero de los negocios.., pues la potencia del Espíritu divino tiene el poder de concentrar el corazón, disperso por toda la tierra, en el amor del Señor y así transportar el pensamiento al mundo de la eternidad».
«Homilías espirituales» – Pseudo Macario, El Grande – Filocalía
La mano del Señor se posó sobre mí, y el Señor me sacó afuera por medio de su espíritu y me puso en el valle, que estaba lleno de huesos. Luego me hizo pasar a través de ellos en todas las direcciones, y vi que los huesos tendidos en el valle eran muy numerosos y estaban resecos.
El Señor me dijo: «Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?». Yo respondí: «Tú lo sabes, Señor». El me dijo: «Profetiza sobre estos huesos, diciéndoles: Huesos secos, escuchen la palabra del Señor. Así habla el Señor a estos huesos: Yo voy a hacer que un espíritu penetre en ustedes, y vivirán.
Dice Santa Teresita que durante años, ¡años!, sufrió el desierto espiritual. El mismo inició poco después de que anunciara su entrada al Carmelo, luego justo antes de entrar al noviciado y -el más fuerte de todos-, durante los meses previos a su muerte. No obstante, Santa Teresita utilizó este ‘silencio de Dios’ como una ofrenda de sufrimiento por la salvación de las almas. Lo vio como una herramienta que le daba Dios para su santidad…
Pero enfrentar los desiertos no es fácil, sobretodo cuando nuestra fe no es, ni por cerca, madura como la de Santa Teresita. Entonces, ¿qué podemos aprender de ella para ‘darle la vuelta’ al desierto espiritual? Una forma es adoptando su ‘pequeño camino de fe’, el cual consiste en ver y aceptar nuestra pequeñez; vernos como niños ante Dios y saber que Él nos ama tal y como somos…
Y es que cuando se entra al desierto, cuando no sentimos el calor de Dios ni su cercanía, es cuando más tenemos que simplificar nuestra vida de fe: hacernos pequeñitos como niños y ‘descansar’ totalmente en el regazo de Dios y su Madre. Sin complicarnos, sin buscar los por qué de nuestra aspereza, sin excavar el pasado con sus pecados y sus historias tristes.
16 de Julio – Festividad de Nuestra Señora del Monte Carmelo
«Lo que más nos admira en Jesús y en su Madre es su humildad silenciosa. ¿Cuántos se enteraron de aquella vecina de Nazaret que acarreaba agua o leña, que nunca se metía en los asuntos de las vecinas pero que las ayudaba en sus necesidades, cuántos supieron, repito, que aquella vecina era llena de gracia, privilegiada del Señor y excelsa por encima de todas las mujeres de la tierra?
¿Qué pensaban de ella sus parientes de Caná o sus propios familiares más próximos? Todo el misterio de María estuvo enterrado entre los pliegues del silencio, durante la mayor parte de su vida. Muchos de sus privilegios -Inmaculada, Asunción…- estuvieron en silencio, inclusive en la Iglesia, durante muchos siglos. Volvemos a la misma conclusión: lo definitivo está en el silencio.
Cuando digo silencio aplicado al caso de María, quisiera evocar un complejo prisma de resonancias. Al decir «silencio», en el caso de María, estoy pensando en su disponibilidad y receptividad. Cuando digo «silencio» de María, quisiera significar expresiones como profundidad, plenitud, fecundidad. Quisiera evocar también conceptos como fortaleza, dominio de si, madurez humana. Y, de manera muy especial, los vocablos fidelidad y humildad los consideraría casi como sinónimos de silencio».
(Tomado del capítulo: Fidelidad en el silencio. Del libro «El silencio de María». Autor: Ignacio Larrañaga)
Despojarse de deseos es ir al desierto. Entregar los temores en brazos de Dios para que Él disponga, es ir al desierto. Perdonar las ofensas, ayudar donde se pueda, vivir en el contento, es ir al desierto. Cumplir lo que el deber indica, aceptar lo que no se puede cambiar, permanecer quieto cuanto se pueda, es ir al desierto. Repetir Tu Nombre sin cesar en el secreto del corazón, es encontrar el agua viva que perpetuamente refresca el alma.
Texto propio del blog
«Escucha, cielo, y hablaré. oiga la tierra las palabras de mi boca. Que mi enseñanza descienda como lluvia y mi palabra caiga como rocío como aguacero sobre la hierba como chaparrones sobre el pasto. Yo voy a proclamar el nombre del Señor: ¡den gloria a nuestro Dios! El es la Roca: su obra es perfecta, todos sus caminos son justos; es un Dios fiel y sin falsedad, justiciero y recto.
Deuteronomio 32, 1-4
Pero la parte del Señor es su pueblo. La porción de su herencia es Jacob. Lo encontró en una tierra desierta, en la soledad rugiente de la estepa: lo rodeó y lo cuidó. Lo protegió como a la pupila de sus ojos. Como el águila que impulsa a su nidada. revoloteando sobre sus pichones. así extendió sus alas, lo tomó y lo llevó sobre sus plumas.
Deuteronomio 32, 7-11
Dijo Dios a Abraham, es decir al emigrante: «Sal de tu tierra de tu familia y de la casa de tu padre, y ven a la tierra que yo te mostraré, una tierra de la que mana leche y miel». (Éxodo 3, 8) (Génesis 12, 1)
El exhorta al intelecto que se ha vuelto emigrante…: «Sal de tu percepción sensible, y por cierto, también de las realidades sensibles, en una palabra, sal de todo el mundo visible y ven a la tierra que yo te mostraré».
Extraído de Filocalía, Tomo IV, pags. 345/6 – Calixto e Ignacio Xanthopoulus
¿Qué es el desierto espiritual?
Es una etapa de despojamiento. Por una parte el abandono progresivo de lo que sobra. En la mente y el cuerpo, en la vida cotidiana. Dejar que crezca la simpleza, lo vacío. Permitir un silencio que es presencia de Dios.
El desierto es apoyarse en lo inmaterial. Descansar en la confianza, darse cuenta del papel de la providencia divina en todo lo que ocurre. Es entregarse al deber que toca haciendo lo mejor, sabiendo que los resultados están en las manos de Dios.
Así como ignoras cómo llega el aliento vital a los huesos en el seno de la mujer embarazada, así también ignoras la obra de Dios, que hace todas las cosas. Siembra tu semilla por la mañana y no dejes que tu brazo descanse hasta la tarde, porque no sabes si es esto o aquello lo que va a prosperar, o si ambas cosas son igualmente buenas. Eclesiastés 11, 5-6
En el Carmelo por desierto se entienden varias cosas. En primer lugar, el desierto es un espacio geográfico que se caracteriza por ser un lugar apartado, solitario, con frecuencia montes y lugares arriscados, que reúne las cualidades para favorecer una vida de recogimiento y la práctica de la contemplación.
No es una naturaleza salvaje, sino transformada y trabajada por el ermitaño lo que hace que un espacio agreste e inhóspito se convierta en un lugar ameno, en donde se da la comunión; en donde se da la simbiosis entre el hombre, el monje ermitaño y el entorno natural, lo que en buena parte lleva a que el ermitaño viva con y de los propios productos que le ofrece la naturaleza, sin someterla para nada a sobre-explotación.
«… Es verdad que hay muchos llamados al desierto y a la soledad en los rumbos de este mundo y de su geografía. Es verdad que existen parajes que favorecen la contemplación y el silencio… Pero, ¿cómo reconocer ese único desierto si no estuviera ya presente en nuestro corazón? ¿Cómo descubrir la soledad y el silencio si no fueran realidades escondidas, anteriores a su existencia y manifestación exterior?
Cuando seguimos y vamos dejando detrás las cargas que dificultan nuestros pasos, cuando vamos liberándonos de tanto equipaje; entonces en la profundidad de la noche se perciben las primeras claridades de la aurora, esos “levantes de la aurora” como decía San Juan de la Cruz…»
Fray Alberto Justo OP en el prólogo a «Dios habla en la Soledad«
«Cuando se multipliquen tus vacadas y tus ovejas, cuando tengas plata y oro en abundancia y se acrecienten todos tus bienes; tu corazón se engría y olvidas a Yahveh tu Dios que te sacó del país de Egipto, de la casa de servidumbre; que te ha conducido a través de ese desierto grande y terrible entre serpientes abrasadoras y escorpiones: que en un lugar de sed, sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca más dura; que te alimentó en el desierto con el maná, que no habían conocido tus padres, a fin de humillarte y ponerte a prueba para después hacerte feliz.»
Acuérdate de todo el camino que Yahvé tu Dios te ha hecho recorrer durante estos cuarenta años en el desierto para humillarte, para probarte y para conocer lo que había en tu corazón: si ibas a guardar sus mandamientos o no.
Te humilló y te hizo pasar hambre, y después te alimentó con el maná que ni tú conocías ni habían conocido tus padres, para hacerte saber que no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Yahvé.
Deutoronomio 8, 2 – 3
Con gozo sacarás agua de los manantiales de la salvación. (Isaías 12, 3)
En las altas colinas abriré ríos, y fuentes en la mitad de los llanos; tornaré el desierto en estanques de aguas; y en manaderos de aguas la tierra seca. (Isaías 41, 18)
“Yo la voy a enamorar: la llevaré al desierto y le hablaré al corazón” (Os 2,14). Con estas palabras del profeta Oseas, quiero suavizar un poco la hostilidad que evoca la palabra desierto, como lugar improductivo, capaz de tragarnos, hasta hacernos morir. El desierto será lugar de encuentro para el enamoramiento. Y en palabras del Principito, saberlo ver como lugar que esconde un tesoro, un pozo con agua que hace posible la vida. Dice: “Lo que embellece el desierto es que esconde un pozo en alguna parte”.
Cuando se me pidió hablar sobre “La espiritualidad del desierto”, me dije a mi misma: “¿no es, acaso, la experiencia de mi propia historia personal?; el desierto ¿no es también la experiencia que hace la humanidad entera, y cada ser humano en particular? El cristiano, por la resurrección de Cristo, ¿no está llamado a hacer florecer todos los desiertos?; ¿no nos ha colocado Cristo en el nuevo jardín de la redención, más bello y fructífero que el jardín de la creación? Son interrogantes a los que quiero ir respondiendo poco a poco.
Las tinieblas no son densas para ti,
y la noche luciría como el día (Salmo 138,12)
Para el Eremita la noche es el momento de la máxima cercanía de Dios. La noche da realce al desierto desmaterializando las cosas. Colores y contornos se desdibujan y todo se disuelve en una capa uniforme de sombra azulada en que se pierde la mirada. El ritmo del tiempo parece estar en suspenso; la inmovilidad ha relevado a la sucesión y trae el presentimiento de que la eternidad está a la puerta.
Duerme la tierra en el silencio “mayor”. El firmamento atrae la vista del que vela hacia “los astros que brillan en sus atalayas… Lucen alegres en honor de quien lo hizo” (Baruc 3,34-35). En el umbral de su celda, pronto a responder a la campana de Maitines, el solitario escucha al Salmista: “Los cielos pregonan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 18, 1).
Extracto de: «El Eremitorio, espiritualidad del desierto», pag. 21 de Dom Esteben Chevevière
Hay que atravesar el desierto y permanecer en él para acoger la gracia de Dios. Es aquí donde uno se vacía de sí mismo, donde uno echa de sí lo que no es de Dios y donde se vacía esta pequeña casa de nuestra alma para dejar todo el lugar para Dios solo. Los hebreos pasaron por el desierto, Moisés vivió en el desierto antes de recibir su misión, san Pablo, san Juan Crisóstomo se prepararon en el desierto.
Es un tiempo de gracia, un período por el cual tiene que pasar todo el mundo que quiera dar fruto. Hace falta este silencio, este recogimiento, este olvido de todo lo creado, en medio del cual Dios establece su reino y forma en el alma el espíritu interior: la vida íntima con Dios, la conversión del alma con Dios en la fe, la esperanza y la caridad. Más tarde el alma dará frutos exactamente en la medida en que el hombre interior se haya ido formando en ella.
Sólo se puede dar lo que uno tiene y es en la soledad, en esta vida solo con Dios solo, en el recogimiento profundo del alma donde olvida todo para vivir únicamente en unión con Dios, que Dios se da todo entero a aquel que se da también sin reserva.
¡Date enteramente a Dios solo y Él se dará todo entero a ti!
(Beato Carlos de Foucauld, Carta al Padre Jerónimo, 19-V-1898).
Página desde la cual se extrajo el fragmento:
«…Dios te salve. A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas… Señora Abogada Nuestra…»
Un hermano preguntaba a un anciano: 《¿Qué clase de pensamientos debo tener en el corazón?》. El anciano le respondió: 《Todo lo que puede pensar el hombre, desde el cielo hasta la tierra, es vanidad. Aquel que persevera en el recuerdo de Jesús, ese está en la verdad》. (Tomado de Filocalia)
«Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti.» (Salmo 90, 1-2)
«Conozco tu miseria, las luchas y tribulaciones de tu alma, la debilidad y las dolencias de tu cuerpo; conozco tu cobardía, tus pecados y tus flaquezas. A pesar de todo te digo: dame tu corazón, ámame tal como eres». Sigue leyendo…
Enlace original:
Es necesario pasar por el desierto y vivir en él para recibir la gracia de Dios; allí es donde nos vaciamos, donde arrojamos de nosotros todo cuanto no es Dios… Es un tiempo de gracia, un periodo por el cual necesariamente ha de pasar el alma que quiere producir frutos. Necesita ese silencio, ese recogimiento, ese olvido de todo lo creado, en medio de los cuales establece Dios su reino y por el cual forma en ella el espíritu interior. (Charles de Foucauld)
EN EL SERMÓN DE LA MONTAÑA: «No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis. Vosotros rezad así: Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre…(Mt 6, 7-15)
El desierto no sólo acoge y brinda hospitalidad, nos coloca desnudos ante nosotros mismos, ante Dios y ante los demás. Es un espacio de encuentro, no de huida, aunque a veces algunos hayan huido a él o por miedo o por no aceptar sus propias responsabilidades en el mundo.
«…Dios te salve. A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas… Señora Abogada Nuestra…»
«Entonces clamarás al Señor y te responderá; gritarás, y te dirá: «Aquí estoy» (Is 58, 7-10)
«Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo» (Mt 5, 13-16)
«Sé tú, Señor, la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve.» (Salmo 30. Súplica confiada de un anawim afligido)
«En el mundo encontraréis dificultades y tendréis que sufrir, pero tened ánimo, yo he vencido al mundo». (Juan 16, 33)
En la angustia clamé al Señor;
él me atendió y me dió respiro.
«…impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán sanos» (Mc 16, 18)
Lucas 10, 1-9
«Quédate con nosotros, porque es tarde y está anocheciendo. Y entró para quedarse con ellos» (Lc 24, 29)
«La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra?» (Génesis 4, 10)
¿Quiénes son los anawim?
«Estos son los que no nacen por vía de generación humana, ni porque el hombre lo desee, sino que nacen de Dios» Jn 1, 13.
«María dijo: -Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra» Lc 1, 38
«Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador: Te daré gracias entre las naciones, Señor, y tañeré en honor de tu nombre.» Salmo 17
« – Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado.» Mc 6, 14-29
«Tú eres rey y soberano de todo; de ti viene la riqueza y la gloria.
Tú eres Señor del universo, en tu mano está el poder y la fuerza, tú engrandeces y confortas a todos.» 1 Cor 29, 10-12
«Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.» Mc 6, 7-13
«Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protégeme mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en tí» (Salmo 85, 1-2)
«…No temas; basta que tengas fe» (Mc 5, 36)
«Me harán un santuario y habitaré entre ellos» (Ex 25, 8)
«Jesús se acercó y se puso a caminar con ellos» (Jn 13, 15)
«Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos iremos,
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos,
y el mosto de granadas gustaremos.»
(Cántico espiritual. San Juan de la Cruz)
«Buscando mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las fieras, y pasaré los fuertes y fronteras» Cántico espiritual. (San Juan de la Cruz)
«Existe algo nuevo: ya está en marcha; ¿No lo reconocéis?». (Is, 43, 19)
¡Que hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es Rey»! (Is 52, 7-10)
«Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» Mateo 7, 13-14.
«Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza» (Mt 8, 20) «Dad frutos que prueben vuestra conversión» (Mt 3, 8)
El «Desierto de los anawim» es un programa de espiritualidad ecológica, inspirado en la carta encíclica «Laudato Si» del Santo Padre Francisco. Promueve una conversión ecológica desde un ámbito local en las sierras subbéticas de la provincia de Córdoba, España, geoparque por la Unesco. Trata de recrear con los ojos de la fe aquellos espacios naturales que quedaron marcados por las huellas de Jesús de Nazaret. Un lugar donde encontrar la fuente, la flor, el monte, la cueva, el torrente, el desierto, la lluvia, el silencio, la soledad, la brisa ligera. Un monasterio sin paredes. Dios en la intemperie. Un recorrido por tierras de eremitas, según la documentación existente. Una propuesta de espiritualidad carmelita, imitando al profeta Elías.
“Tarde o temprano se descubre en la vida una “apertura”, un deseo de amplitud y de libertad que no se satisface adecuadamente en este mundo. Es un impulso interior, una llama encendida, que empuja hacia más allá y descubre en el alma la vocación a la trascendencia.”
“Por aquellos días, María se puso en camino y fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá” (Lc 1, 39)
“Cuando Elías llegó al monte, entró en una gruta y pasó allí la noche. El Señor le dirigió su palabra: -¿Qué haces aquí, Elías?” (1 Re 19, 9)
“Pero él se retiraba a lugares solitarios para orar” (Lc 5, 16)
“Por aquellos días, Jesús se retiró al monte para orar y pasó la noche orando a Dios” (Lc 6, 12)
«Dad frutos que prueben vuestra conversión»
(Mateo 3, 8)
Hoy, 2 febrero de 2020, fiesta de la Presentación del Señor Jesucristo en el Templo, y Purificación de la Virgen tras el parto, Virgen de la Candelaria, anunciamos a todas las naciones, con la fuerza y la voz de los profetas, la presentación del «Desierto de los anawim», en las sierras subbéticas de la provincia de Córdoba, España.